Por Nicolás Vargas Varillas
El exitoso experimento de la Unión Europea tiene una infinidad de logros positivos que deben ser mencionados cada vez que se pretende estudiar el multilateralismo y sobre como esto puede ser replicado en el resto del mundo. Uno que es relevante para este artículo son las fronteras. En la Unión Europea, las fronteras entre estados miembros son de libre paso; es decir, personas y bienes puedes cruzar libremente de un país al otro, sin mucha complejidad. El trabajo de este artículo, sin embargo, no es defender o criticar el modelo europeo, ni sugerir como podría esto ser aplicado en América Latina, mucho menos. Poner un ojo en las fronteras europeas, tan dinámicas y llenas de ocurrencias, nos sirve cómo ejercicio obligatorio para trasladar nuestras miradas hacia nuestras fronteras, que son lugares que, a pesar del dinamismo económico y social que el ellas existe, son por su propia naturaleza lugares profundamente periféricos, y que para poder ser debidamente explotadas en beneficio de los ciudadanos que viven en zonas de frontera, es primero crucial comprender un poco que ocurre en estas en el día a día.
Los puntos fronterizos quizá más importantes del Perú son 3; Aguas Verdes (con Ecuador), Santa Rosa (con Chile) y Desaguadero (con Bolivia). Estos tres puntos no son los únicos, en las fronteras con los países mencionados, sin embargo, al ser los lugares por donde pasan las carreteras internacionales más importantes, son donde podemos ver el mayor dinamismo económico de las regiones fronterizas. Todos estos lugares tienen en común que existe un fuerte comercio minorista, algo fácilmente deducible. En estos lugares, miles de peruanos se reúnen con sus pares comerciantes de los países vecinos e intercambian bienes, los cuales se benefician por los bajos precios de los productos peruanos relativos a cuanto costarían en otras regiones de sus países. Esta dinámica sencilla se replica para los comerciantes peruanos cuando estos compran productos de origen de nuestros países vecinos. Así mismo, en el caso puntual de la frontera con Chile, se encuentra la ZOFRATACNA, un espacio donde la actividad privada goza de beneficios tributarios y aduaneros, lo cual facilita la actividad industrial y comercial, tanto a grandes empresas como a PYMES e incluso al ciudadano privado de a pie (tanto peruano como extranjero), quien puede acceder a bienes y servicios por un precio más bajo. En sencillo, podríamos decir que las regiones fronterizas son regiones con un inmenso potencial comercial, y que, con una adecuada atención y legislación, podrían beneficiar a millones de peruanos que viven cerca de los linderos de nuestra patria.
Sin embargo, las áreas fronterizas tienen también un lado oscuro, que está profundamente ligado al mundo ilegal y que, por su propia situación periférica, hace que sea tanto difícil para el estado peruano tener control efectivo sobre lo que ocurre en las áreas de frontera, así como facilita enormemente al mundo criminal actuar sobradamente en ellas. Del mismo modo que muchos ciudadanos de bien aprovechan la cercanía con otros países para hacer comercio, en las áreas de frontera resulta común también saber de innumerables transacciones de drogas ilícitas, minerales extraídos en minas ilegales, e incluso peor, tráfico de personas. Es fácil encontrar en las noticias tristes historias de burriers detenidos en las fronteras intentando llevar cantidades ínfimas de drogas ilícitas, así como ver en algunos casos a personas cruzar ilegalmente las fronteras de un país al otro en altas horas en la noche, esto último siendo algo lamentablemente común desde el inicio de la crisis migratoria de ciudadanos venezolanos hace ya algunos años. La situación empeora muchísimo cuando pensamos en lo que ocurre en nuestras fronteras con Colombia y Brasil, ambas íntegramente ubicadas en la inmensa frondosidad del bosque tropical amazónico. En el caso de la frontera con Colombia, ha sido sabido durante muchísimos años que ha existido presencia, a veces recurrente y a veces escasa, de columnas de grupos subversivos existentes en nuestro vecino del norte. A su vez, estas columnas armadas muchas veces han servido de garantes de seguridad para el viaje de narcóticos producidos en nuestro país en su largo recorrido hacia Estados Unidos por tierra, de manera similar al rol que juegan los remanentes de Sendero Luminoso en el VRAEM. Es importante mencionar que, en el año 2002, La Comisión de Defensa Nacional, Orden Interno, Desarrollo Alternativo y Lucha contra las Drogas del congreso denunció actividades de grupos paramilitares colombianos en áreas cercanas al margen peruano del río Putumayo, donde se dedicaban no solo al sembrío de hoja de coca, sino también a la tala ilegal. Peor aún, se informó sobre la posibilidad de que estas columnas tendrían entre sus huestes a niños soldados.
Del mismo modo, en la frontera peruano-brasileña, la más larga para nuestro país, también tiene una larga y triste historia de tránsito ilícito de personas, muchas veces coaccionadas. Un caso conocido es el de innumerables migrantes haitianos, quienes están dispuestos a cruzar numerosas fronteras desprovistos de documentos y pertenencias para escapar de la inclemente violencia que ha sumergido a su país de origen en un espiral de desesperanza que no parece tener fin. En los últimos años, no ha sido raro ver en las noticias casos de migrantes haitianos varados en nuestra frontera oriental, quienes en algunos casos han fallecido en las áreas aledañas, sin poder acceder a atención de ningún tipo. En ese caso resulta también importante pensar en que, si esa es la situación a lo largo de los cruces de frontera legales, ¿cuál será la situación en las áreas fronterizas que cruzan directamente por medio del bosque? Quizá estemos frente a una crisis humanitaria sin precedentes en la historia del Perú, una de la cual quizá nos sea muy difícil saber mucho por lo lejano de los lugares donde esta está ocurriendo. Mientras esto ocurre, los peruanos que intentan salir adelante en estas áreas muchas veces afrontan enormes dificultades, dada la falta de atención del estado (en algunos casos, solo las Plataformas Itinerantes de Acción Social, PIAS, son capaces de atenderles) o la falta de servicios básicos. Un ejemplo alarmante de lo complicado que puede ser para los peruanos de estas zonas vivir fue revelado en un reportaje del diario El Comercio del año 2021, donde se reveló que, en Purús, en el extremo oriental de la región Ucayali, un balón de gas puede costar alrededor de 160 soles.
Las fronteras son regiones periféricas por naturaleza. En ellas, muchas veces es el ingenio lo que lleva a sus habitantes a salir adelante, pero también, ante el dinamismo que esto trae, terminan por atraer prosperidad y desarrollo a estas áreas. Son también lugares importantísimos para incrementar los lazos entre países, dada la evidente hermandad y camaradería que se forma entre las comunidades que viven de un lado u otro de los límites. Sin embargo, son regiones enormemente vulnerables, terreno fértil para el crimen u otras actividades que traen peligro para la región y para la seguridad de ambos países. Es por eso por lo que resulta crucial siempre tener un ojo en las fronteras, un trabajo cada vez más necesario y que debe ser priorizado, y que, en constante colaboración con nuestros países vecinos, nos deben llevar a garantizar que la prosperidad y desarrollo de nuestras comunidades a veces más alejadas no se vea opacado por la violencia que hoy por hoy parece habitar en nuestras fronteras.