Apex Perú

Servir al país, servir a la nación

Por Nicolás Vargas Varillas

    El auge de Javier Milei despertó en América Latina no solo un fervor a veces algo extremo por su estrafalaria figura, sino también suscitó interés, y por qué no, interés en exportar, sus ideas a otros países de la región. La razón es fácil de comprender: ante la percibida incapacidad de los estados de la región de proveer satisfactoriamente servicios públicos, es mejor reducir al estado, y, por ende, sus capacidades, a un mínimo absoluto. Sin embargo, uno no requiere mucho para comprender que esto no solo es una mala idea, sino también una muy peligrosa. A pesar de ello, el argumento populista del presidente argentino no carece de sustento; necesitamos mejores estados en la región. Eso a veces pasa por tener mejores políticos sin duda alguna, pero eso no es más que una parte del ejercicio. En América Latina necesitamos, sobre todo, profesionalizar y afianzar un servicio público técnico y de alta calidad. No es una tarea fácil y mucho menos corta, pero en una región que en los próximos meses afrontará procesos electorales en Bolivia, Chile, Perú y Colombia, las reformas y mejoras en el servicio público de cada país no deben pasar desapercibidas para los distintos equipos de campaña ni para los electores.

 

    La razón fundamental de la existencia de una burocracia pública, la cual es en sí el corazón de todo estado, es la de proveerle al público, los ciudadanos, estabilidad y predictibilidad. La política, por su propia naturaleza, es perpetuamente inestable. Esto quiere decir que los ciudadanos no puedes proyectar a largo plazo lo que puedes esperar de la política, dado que esta cambia, a veces radicalmente, cada vez que hay procesos electorales. En este caos es justo donde surge la burocracia pública, ya que esta es capaz, a pesar de la dirección política que un gobierno le puede dar al estado, de mantener una serie de aspectos necesarios para la continuidad en una serie de roles que los estados cumplen, sea en materia de seguridad, provisión de servicios, diseño de políticas públicas, entre otros.

 

    Adicionalmente, el burócrata cumple un rol esencial en toda acción que el estado pueda tomar. Ante la natural complejización de los distintos asuntos de políticas, resulta lógico tener una burocracia altamente especializada en cuanta sea la diversidad de asuntos a potencialmente tocarse en el estado. De esta manera, detrás de toda intención y acción proveniente de la capa política, siempre tendrá que haber una masa de técnicos especializados listos para recoger los impulsos de cuantos presidentes, parlamentarios o alcaldes existan, y así poder convertir las propuestas políticas en acciones concretas, financiera y legalmente viables y que, sobre todo, no pongan en riesgo la estabilidad ni del estado ni de la sociedad a la cual este tiene el rol de servir.

 

    De esta manera, resulta lógico deducir la siguiente pregunta: ¿Como se puede garantizar que el estado en efecto logre funcionar de esta manera? Pues lo más importante siempre será que este sea protegido por un sistema legal diseñado para evitar la captura regulatoria; es decir, proteger las instancias de toma de decisión de la administración pública de todo tipo de injerencias exteriores, vengan estas de las capas políticas, del sector privado, del extranjero o incluso de la misma sociedad civil. Adicionalmente, es importante que se mantenga no solo un orden jerárquico estricto, sino también procesos de admisión basados en la meritocracia y que, mientras esto exista, siempre se mantenga al funcionario público como individuo, sus creencias y opiniones, separado de la tarea a seguir. Esto es conocido como el principio de impersonalidad y es uno de los 6 principios de la burocracia identificados por Max Weber, siendo esta una lista que recomiendo fuertemente a toda persona interesada en la política conocer de memoria. Finalmente, y como en cualquier trabajo, es importante que el estado sea capaz de proveer sueldos y beneficios laborales competitivos para sus burócratas, para así evitar la fuga de cerebros hacia el sector privado, algo lamentablemente común en nuestra región.

 

    En conclusión, es fundamental que, en los procesos electorales venideros, nos alejemos de ideas a veces más emotivas que sensatas y consideremos no reducir el estado, sino repensarlo, rediseñarlo, y sobre todo, repotenciarlo. Solo a través de un estado moderno y solido seremos capaces en la región de ver cambios sostenidos y sostenibles que puedan realmente ayudarnos a todos a mejorar la calidad de vida en nuestros países, siempre proveyéndole esta oportunidad a los más vulnerables de la sociedad, quienes son siempre los primeros beneficiados de un estado eficiente, y los más grandes afectados de los estados ausentes.

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